miércoles, 15 de enero de 2020

Vencer a los miedos...

Tener miedo es inevitable y necesario. A fin de cuentas el miedo al adentrarte en un callejón oscuro de la periferia de tu ciudad o el miedo a correr en coche, te salvan la vida a diario. Por lo tanto, tener miedo es necesario para la supervivencia. ¿Pero que hacemos con los miedos que se instalan (aveces sin un motivo aparente) y nos limitan en la vida?


Yo tengo miedo, y de hecho siempre he sido bastante miedosa, aunque para mi suerte, la mayoría de
veces he sido impulsiva y me han podido más las ganas de hacer que las de no hacer...
Esto ultimo lo digo por mi vertiente laboral, por que lo que es en mi vida personal he sentido miedo hasta de mi misma, en momentos en que vi claro que yo era mi peor enemiga y no quería ni podía hacer nada.

El día 1 de enero de este mismo estrenado año, me di cuenta de que una parte de mi había madurado. Me fui a esquiar de nuevo después de 4 años sin ponerme unas botas de esquí.
Empecé a esquiar sobre lo catorce años (si no es así que me rectifique quien ya sabe que me puede rectificar) por que yo no tengo ni conciencia exacta del día, ni momento. Me acuerdo que esquiando me sentía libre, no le tenia ningún miedo y, lo reconozco, ningún respeto. ¿Qué me pasó? ¡Pues lo único que me podía pasar un día de primavera en una vertiente de la montaña en la que no había dado el sol! ¡Me j*í los ligamentos! No fue tan doloroso como lo imaginaba cando lo veía en los jugadores de fútbol por la tele, pero oye, tampoco fue como sentarte a tomar una caña. Aunque siempre me pongo en la situación de que debe de doler más un parto :)

El problema y agobio no vino ese día, vino en la espera de dos años para que me operaran, la recuperación tras la intervención, las inyecciones de heparina en la barriga y también, que tampoco me acompañaba la mejor compañía para la recuperación en ese momento. Pero me recuperé, por mis ovarios y gracias al buen fisio que elegí, apúntate mentalmente lo siguiente por si te pasa: "Un buen fisio forever".

Así que... me fui con Quim dispuesta a enseñarle que YO también sabía esquiar y podíamos pasarlo bien allí en la nieve cuando... me bajé en la pista verde de los bebés y mientras le vi deslizarse hacia abajo, yo me mantuve con la casita (la V) puesta, en pánico profundo y cuando me di cuenta me tiré al suelo y (aunque me cuesta reconocerlo) lloré (sin armar jaleo, que no soy una dramaqueen). Me senté en el suelo ante la atónita mirada del pobre Quim, me quité el esquí y me subí andando pista arriba para sentarme en un banco al lado de una mujer que estaba de 8 meses y leía un libro. ¡Allí estaba yo!

Estuve en profunda meditación por lo menos una hora y me di cuenta de que yo sí me había recuperado físicamente, pero la recuperación psicológica no la había hecho, y me entró la necesidad de llamar a Pol, mi amigo psicólogo deportivo, pero en día 1? ¡Espabila Yhasmina!

Yo sabia que no quería esquiar, que me quería ir a mi casa con mis perros y morirme ahí tranquila. Sabia que si me quitaba del todo el esquí no me los volvería a poner en la vida, que seria de las mamás que leen libros mientras sus bebés esquían como si nada y que me pasaría como cuando tuve un susto escalando y nunca más volví a ponerme un pie de gato. ¿Una más en la lista?

De modo que aun sin ganas, me fui hacia la caseta de los monitores, por que el miedo, el miedo es una cosa que o te haces con él o él se hace contigo, y ese no iba a ser el caso. Hoy no, lo tenia muy decidido, que ya me he cansado de temer.Y a la que más me he temido ha sido a mi misma siempre. Esta vez no iba a dejar que el miedo me limitase para volver a hacer una cosa que me gustaba tanto sencillamente por que mi mente, cada vez que el esquí se deslizaba sobre la nieve, me decía: "Para, que ya saber que te puede pasar lo mismo". Estaba, como digo yo, programada.

Así que me quedé mirando la caseta de los monitores y me decidí a ir, aun sabiendo ya esquiar, era como si ya no quisiera saber nada. Los chicos me miraron un poco raro al principio pero la chica de recepción me comprendió perfectamente al haber pasado por lo mismo.
Nil, mi monitor, me acompañó pista abajo hablándome del tiempo, explicándome su vida, que si vivía aquí ahora y en verano a en otra parte, que si estudió no se donde y me detalló su pueblo (otro de los Pirineos, en otra parte más alejada de allí) y para cuando me di cuenta, tenía los esquís rectos, sentía la brisa en la cara y ya no tenia el estomago encogido. Quim me decía... "¿Has pagado a un chico para que te hable?" Pues no, no le pagué para que me hablase ni para que me enseñase a esquiar, algo que ya sabia. Le pagué para que me distrajera de mi misma y me recordara lo libre que me sentía fuera de esa cárcel del miedo en la que me había metido ahora, y es que todos, alguna vez hemos estado fuera de esa cárcel, de lo contrario, no anelaríamos la libertad.

Lo que te quiero decir aquí con mi vida contada es que NO PASA NADA POR TENER MIEDO A IR HACIA EL CAMBIO O A SALIR DE NUESTRA ZONA DE CONFORT, a lo que realmente hay que temerle es a quedarse dentro de esa zona. Si tienes miedo a cambiar, a enfrentarte a eso que siempre te atormenta y decides mirar hacia otro lado, es momento de lanzarte, de ser libre. Sencillamente, no dejes que el miedo te limite.

¡Feliz miércoles!



Yhasmina




No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué opinas?